Me había olvidado de
arreglarme las uñas, había quedado a las ocho y media, ¡faltan veinte minutos!
¿Qué hago? ¡Dios!
Decidí retirar el
esmalte viejo y pasar un poco de lima, sin volver a pintar.
Era mi primera cita con
Manuel, nos conocimos el sábado pasado, me lo presentó mi amiga Esther.
Estaba tan nerviosa que
me faltaba hasta el aliento, igual que aquella vez que quise hacer alpinismo y no pasé de los diez
metros de altitud. Cogí el bolso, móvil, gafas, llaves y salí al encuentro;
repasaba todas mis cosas como si me faltara algo, ¡qué nervios! Mi mente no
paraba de dar vueltas. ¡Uf! Debo frenarme un poco o voy a parecer una loca
cotorra hablando.
Habíamos quedado en el
bar de la esquina, cerca de la disco, para tomar algo antes, ya que era
temprano para cenar. Sonaba “Me quedo contigo” de Rosalía, me encanta esa
canción. ¿De qué vamos hablar primero? Yo seguía con mis delirios, cuando le vi
llegar, sonriente, con su porte de galán, tan tranquilo, mientras yo casi me
mordía las uñas, después de habérmelas limado.
-¡Hola! ¿Qué tomas?
-Sidra.
-Ponme a mí otra,
gracias…
Ada. (3/12/19)
Para " El club de los retos de Dácil"
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