miércoles, 28 de noviembre de 2018

La magia de la navidad



                 La magia de la Navidad.

Rondaba el año 1667, tras el final de la guerra en enero, del corriente año. Rusia se reponía de la devastación, miseria y hambre que había dejado esta. Pero no sería fácil para el pueblo llano, muchos habían perdido sus casas, y familiares. Un año muy duro, en el que cada cual se buscaba la vida como podía.
Llegaba el invierno y como si nada hubiese pasado esos años atrás, las calles se vistieron, con algunos adornos de navidad, de la época.
Los más agraciados, que no habían perdido toda su fortuna, se paseaban con sus buenos abrigos, sombreros y paraguas. Mirando los escaparates iluminados, buscando un regalo que llevar a casa por navidad.
Bajo el hueco de una escalera y en el rincón, dormía la pequeña Natasha entre cartones que recogía todos los días, para no pasar frío.

La niña, había quedado huérfana en la guerra. Vagaba por las calles de día, buscando algo que comer y con qué abrigarse. Siempre encontraba algún trozo de pan que tiraban los ricos o algún alma caritativa le regalaba.
El invierno se iba poniendo cada vez más frío, las heladas, cubrían las calles.
Llegó la noche del veinticuatro de diciembre. Los hombres aún paseaban por las calles, mientras las mujeres terminaban de preparar la cena de navidad.
Un hombre alto, moreno, con sombrero de ala y un paraguas negro, vio a la niña, que vestida con harapos le observaba, éste cogió su paraguas que era bastante grande y le dijo, para ti, te guardará del frío.

Natasha, se le quedó mirando con unos grandes ojos negros y brillantes y dijo: -gracias señor-.
Cogió el paraguas en mano, lo abrió y vio que era tan grande que podía usarlo para cubrir su cuerpo por la noche y protegerse del frío.
Las calles se iban quedando vacías, una brisa soplaba suave, la niña bajo su paraguas negro, se frotaba las manos. 

De pronto una ráfaga de viento hizo volar el paraguas y quedó con toda su parte convexa hacia arriba. Natasha corrió para agarrarlo, pero de repente el viento calmó, una luz blanca, brillante e intensa con destellos dorados, caía del cielo e iluminaba el paraguas, que poco a poco, comenzó a llenarse de alimentos, un abrigo y una bolsa con dinero, justo lo que necesitaba para salir adelante, un regalo inesperado de navidad para la niña.
Ada. 28/11/18


lunes, 26 de noviembre de 2018

Lo que en ti veo




No será el más guapo, ni más inteligente. Ni tan siquiera el más optimista.
No será el más atento, tampoco el que menos.
Ni sus manos, las más cálidas, pero sí, las más tibias.
No será su voz la más bella, pero con sólo oírla, mi corazón tiembla.
Ya no digo de un abrazo y eso que los da con miedo.
Si pudiese pasarle un poco de mi locura.
Que limpie su conciencia, que le dé el valor, de hacer y vivir lo que desea.
Sabe que el tiempo pasa, la vida vuela.
No quisiera que lo nuestro, quedase sólo en quimera.
Si es lo que de veras quieres, lucha por ello, consigue lo que deseas. 


jueves, 1 de noviembre de 2018

La magia de vivir




Jorge era un chico tímido, aunque tenía algunos amigos en el instituto.
Le gustaba pasar bastante tiempo solo y soñando despierto.
Los lunes, miércoles y sábados iba a nadar. Al salir, le gustaba pasear por la avenida del mar, se sentaba contemplando el horizonte y se imaginaba miles de aventuras.
Llegaba a casa con ganas de contar su día y lo que soñaba, pero la mayor parte de los días se encontraba solo.
A sus padres los veía a ratos, su madre trabaja en una residencia de ancianos y su padre es médico. Con lo cual los dos a turnos.
Jorge se prepara la cena, estudia y a dormir.
Así fue como decidió coger lápiz en mano y escribió:

-         Una mañana al llegar a clase con su vaquero ajustado, un polo granate, pulóver negro, era invierno, los libros y bloc en la mano, pues no se usa llevar cartera con quince años.
Vio en el pupitre contiguo a una chica nueva, Sofía.
Sonrió con su cara de truhan y dijo:
- Hola soy Jorge, bienvenida.
-Hola Jorge yo soy Sofía…

¡Shussss! Citó la maestra para empezar la clase.
¡Jorge! ¿Tienes mucho que escribir?
-         Disculpe señorita.

Cuando Jorge levantó la mirada, vio a una chica nueva  entrar a clase, su melena ondulada, ojos color miel y una linda sonrisa.
La maestra la presentó:
- Chicos esta es Sofía, vuestra nueva compañera, que resiente ha llegado a la ciudad.
Jorge quedó sorprendido por la casualidad de lo que había escrito, miraba a la chica con sorpresa.

-         Sofía puedes sentarte en ese pupitre. 
¡Sí!  Justo al lado de Jorge.
Como podéis imaginar, éste volvía a leer lo que hacía un rato escribió.
Miraba a la chica y no daba crédito a la casualidad.
       Terminó el día escolar y como de costumbre mediaba tres palabras con sus compañeros y marchaba a casa.

 Al terminar sus tareas, tomó la libreta donde empezó a escribir y continuó.

-         Buenos días Sofía, (ahora le ponía cara al personaje),  ayer no nos dio tiempo más que de presentarnos. Si en algún momento necesitas algún apunte atrasado, puedes contar conmigo.
-         Gracias, me vendrá bien.
Por un momento dejó de escribir y se puso a soñar: es guapa, ¿me atreveré a brindarle mi ayuda? Tengo que intentarlo, si yo fuese a una escuela nueva me gustaría que me ayudasen.

Siguió escribiendo:
-         Pues podemos quedar alguna tarde, hacemos los deberes juntos y así puedo ir poniéndome al día.
-         ¿te viene bien mañana miércoles después de las siete? Es que voy a nadar y antes no puedo.
Suena el timbre, es su madre que llega cargada.
-         Hola mamá, se dan dos besos.
¿Qué tal te ha ido el día?
-         Bien, ha venido una chica nueva. ¿Y a ti?
-         Bien hijo, como siempre los abuelos con sus cosas.
A la mañana siguiente Jorge toma el bus para ir a clase y para su sorpresa Sofía,
-         ¡Hola!
-         ¡Hola!
-         ¿Tomas este bus también?, así no me sentiré tan extraña.
Sofía es una chica abierta y alegre.
Jorge notó que su vida estaba cambiando, escribir se había convertido en un juego mágico…

        

domingo, 21 de octubre de 2018

A las enfermedades raras.




Los dolores que producían esa enfermedad, se habían hecho cada vez más insoportables. Se extendían por todo el cuerpo. Desde la cabeza, cuello, espalda, brazos, piernas, dedos, estómago, pecho, hasta la piel y los ojos dolían, cuando daba una luz fuerte para ella.
Primero mandaron ibuprofeno, luego Diclofenaco, miles de antiinflamatorios.
Mari por su propia cuenta, fue a médicos particulares, osteópatas, naturópatas, todos con la misma repuesta, no sabemos cómo tratarlo.
Pasaron a la Lírica, Tramadol, hasta llegar a la Morfina. Ésta en un principio fue la solución, lograba calmar los dolores, por fin podía dormir. Seguía viendo ese castillo de ilusiones en su vida, un poco lejos, eso sí.
Pero el cuerpo, enseguida se acostumbró a la dosis y ya no se podía subir más.
Es una enfermedad tan rara.
Día tras día, sus fuerzas fueron menguando, los dolores más fuertes, como si de agujas largas y afiladas se tratara, que atraviesan tu cuerpo por todas partes girando a hurgar y torturar.
Así, que un día sin pensarlo, quiso terminar con su calvario y liberarse de todas esas agujas invisibles que tanto daño hacían.
Una sobre dosis sería suficiente, por un momento sintió un gran alivio. Librarse de todos esos males, cerró sus ojos y no despertó jamás.

Ada. 21/10/18 Para "El club de los Retos de Dácil"

  Antes de subir al avión que me llevaría a Nueva York, entré en la típica tienda del aeropuerto, llena de revistas, chuches y ¡libros!. Par...