Que
hombre tan guapo, alto, alegre, su sonrisa conquistaba a todas las mujeres y quién
sabe si algún hombre también.
Era
libre como el viento, corría con su perro por la playa, y su melena rubia
resplandecía como el sol.
Gran
amigo de sus amigos.
Toda
una vida por delante, llena de ilusiones, hasta que llega la maldita enfermedad
que se apodera de su cuerpo. Ya no quiere salir, la quimio cambia su cuerpo, se
hincha, su pelo empieza a caer.
Pero
cada mañana cuando ella aparece sonríe y sus ojos brillan con una luz especial,
diferente a los enamorados, algo mágico que envuelve el alma.
Poco
a poco, se va apagando, sus fuerzas son tan pocas que hay que ayudar a levantase por
las mañanas, arroparle y sentarlo en una silla de ruedas.
Sus
manos desprenden un calor especial, y su sonrisa a pesar del dolor y la pena,
sigue siendo encantadora.
Una
mañana, entra ella a saludarle y él agarra su mano con fuerza y sin dañar, la
mira a los ojos y le da un beso en la mejilla y sus palabras se clavan en el
corazón.
-Adiós
Sara.
Ella
supo en ese momento que sería la última vez que le vería.
A
la mañana siguiente sonó el teléfono.
Carlos
no despertó.
Ada
(30/06/2017)
Qué triste y conmovedor. Maldita enfermedad.
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