viernes, 30 de junio de 2017

Carlos



Que hombre tan guapo, alto, alegre, su sonrisa conquistaba a todas las mujeres y quién sabe si algún hombre también.
Era libre como el viento, corría con su perro por la playa, y su melena rubia resplandecía como el sol.
Gran amigo de sus amigos.
Toda una vida por delante, llena de ilusiones, hasta que llega la maldita enfermedad que se apodera de su cuerpo. Ya no quiere salir, la quimio cambia su cuerpo, se hincha, su pelo empieza a caer.  
Pero cada mañana cuando ella aparece sonríe y sus ojos brillan con una luz especial, diferente a los enamorados, algo mágico que envuelve el alma.
Poco a poco, se va apagando, sus fuerzas son tan pocas que hay que ayudar a levantase por las mañanas, arroparle y sentarlo en una silla de ruedas.
Sus manos desprenden un calor especial, y su sonrisa a pesar del dolor y la pena, sigue siendo encantadora.
Una mañana, entra ella a saludarle y él agarra su mano con fuerza y sin dañar, la mira a los ojos y le da un beso en la mejilla y sus palabras se clavan en el corazón.  
-Adiós Sara. 
Ella supo en ese momento que sería la última vez que le vería.
A la mañana siguiente sonó el teléfono.
Carlos no despertó.

Ada (30/06/2017)

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